El sudoeste de Francia ¡cuánto me gusta!

IMG_0908_DxO2Qué zona maravillosa donde vivimos; el departamento se llama la Gironda o Gironde en francés. Aún me cuesta pronunciarla, no es fácil ( será la “R”?).

Desde que comencé a hacer una búsqueda por internet, descubrí una zona fantástica en Francia, la cual no era muy lejos del norte de Italia, donde vivíamos. En esta búsqueda por las redes, pude leer ampliamente sobre la ciudad Burdeos, una de las ciudades más importantes de este país, con mucho carisma y gran reputación ya sea por sus gran calidad de viñedos (muchos los consideran los mejores del mundo), por su conexión latente con el arte y la cultura (patrimonio de la humanidad UNESCO) y también por su desarrollo aeronáutico, entre otras cosas.

Extrañamente, me enamoré de una ciudad sin antes haberla visitada. Es más, sin saberlo me enteré que Burdeos es ciudad “gemela” con Lima, mi ciudad natal. Me informé también de varias ciudades limítrofes, del modo de vivir, del clima, de los precios, pero sobre todo indagué sobre cómo es el ambiente para crecer a una pequeña  de 8 añitos. La zona era más que adapta, encajaba perfectamente con nuestros planes. Sin duda un lugar a medida para nuestra familia: tranquilo,  bajo nivel desempleo, cerca de la playa y con un clima moderado. En resumen, es lo que leía en los comentarios de algunos  artículos en la red y que luego confirmé personalmente. Sin más vuelta que darle, nuestro viaje estaba ya programado para junio y todavía faltaban dos meses. Mi alegría era tan grande  que no podía esperar. Con la idea de no desesperarme  descargué un countdown en mi celular para que cada día se vaya descontando.

Pero antes, Davide, mi esposo tenía que renunciar a su trabajo. Felizmente se dió de manera rápida y eficaz y no lo podíamos creer. Ahora sí que podíamos organizar nuestro viaje. El tiempo pasó y finalmente el gran día llegó. Nos embarcamos en el auto los tres: mi esposo, mi hija, yo. Nuestros gatitos vendrían después de dos semanas. Teníamos que tantear primero la zona.

Después de 14 largas horas llegamos  a nuestro punto de destinación: Burdeos. El Puerto de la Luna donde se encuentra el río Garona. Es simplemente impresionante. ¡Qué belleza de ciudad! Nos sumergimos entre las pequeñas callejuelas; se respiraba a historia. Todo muy limpio y ordenado. Hay una infinidad de museos y centros culturales culturales para visitar, creo que una semana no basta. Nos detuvimos a comer algo rápido y claro teníamos que acompañar de una copa de Bordeaux. ¡Qué delicia!

A partir de ahí quisimos aprovechar para visitar la playa, así que nos dirigimos rumbo  la zona costera llamada bahía de  Arcachon, a 50 kilómetros de Burdeos.  Alrededor de la bahía  existen diversos pueblitos muy pintorescos tales  como  L’herbe, Piraillan,  Le Canon, Claouey, etc.  y cada uno tiene su puerto y sus cabañas. Pues bien, todos ellos son famosos por su ostricultura. Como ya estábamos ahí,  decidimos probar. A pesar que no tengo costumbre de comer estos moluscos, tengo que aceptar que acompañados de una copa de vino blanco son exquisitos.

El paisaje es sin duda una obra de arte de la naturaleza. Pueden observar la foto adjunta.

Asimismo, otra cosa que distingue a la bahía de Arcachon es el fenómeno de las  mareas.  Así que hay que consultar la tabla de mareas antes de querer darse un chapuzón. Sino se puede ir al mar Atlántico está a pocos minutos en auto.

En suma, tengo la impresión que aquí se respira una profunda tranquilidad, que se vive más intensamente cada momento. La gente sin conocerte te saluda, te ofrece una sonrisa cuando se te cruza por la calle, el vendedor de frutas te echa una broma. Incuso hoy vi un conductor que se detuvo a ceder el paso a un minúsculo gato que quería atraversar una calle donde transitan muchos autos. iVaya qué simpático!

Ahora a descubrir el cada día se ha dicho.